Así se están cumpliendo cien años de búsqueda incesante de aquel joven oficial de nuestro Ejército que había nacido un 27 de abril de 1887 en la lejana ciudad de Ancud. Su padre el profesor José María Bello y su madre Ana Rosa Silva, quienes contrajeron matrimonio en Santiago el año 1885. Poco después a su progenitor se le destina a ejercer en Ancud, donde nacen los cuatro hijos varones del matrimonio. Luego de la guerra civil de 1891 la familia regresa a Santiago.
Los hijos del matrimonio Bello Silva: Antonio y Enrique siguen la carrera del sacerdocio, Carlos estudia leyes y se dedica profesionalmente a la administración del Hipódromo Chile y Alejandro sigue la carrera de las armas.
El 27 de mayo de 1909, el joven Alejandro ingresa a un curso especial de cadetes de la Escuela Militar. El 4 de junio de 1910 se le concede el grado de teniente 2º de Ejército en el arma de Infantería.El 13 de junio de 1910, es trasladado al Regimiento de Infantería Nº 5 Carampangue con guarnición en Iquique, donde se desempeña por casi dos años. El 22 de marzo de 1912 pasa al Regimiento de Infantería Nº 10 Lautaro acantonado en Los Ángeles, siendo trasladado un mes más tarde al Regimiento de Infantería Nº 12 Pudeto de Santiago. El 22 de julio de ese año recibe el ascenso a teniente 1º.
El 11 de febrero de 1913 se funda la Escuela de Aeronáutica Militar, asumiendo como Director Interino el Capitán Manuel Ávalos Prado, quien había realizado sus estudios de aviación en Francia en 1911. Entre sus primeras actividades se le ordenó llamar a concurso al personal que quisiera integrarse a la Escuela. Uno de los requisitos: saber francés, ya que aquellos que obtuvieran las primeras notas del examen de ingreso, serían enviados a estudiar aviación a Francia.
Habiendo logrado una de las mejores calificaciones, el teniente Bello parte a Francia el 4 de abril de 1913 en el vapor Oronsa, junto a los tenientes Amadeo Casarino, Víctor Contreras y Tucapel Ponce. También van en esta delegación los suboficiales Adolfo Menadier y Juan Verscheure.
Bello lleva como misión estudiar en aviones Sánchez Besa y los demás en una serie de aviones como Bleriot, Duperdussin, Breguet, Farman y otros, además les correspondería verificar los embarques de aviones a Chile adquiridos en varias de las fábricas existentes en París y sus alrededores. No obstante, la misión principal era que cada uno lograra obtener el brevet de aviador (hoy licencia de vuelo), que en aquellos años sólo lo extendía el Aero-Club de Francia.
La Escuela de Aviación y los talleres del chileno José Luis Sánchez Besa se ubicaban en Mourmelon le-Grand, campamento de Chálons, motivo por el cual en persona acompañó a los nuevos alumnos y los presentó a los jefes de su Escuela, a las autoridades militares del Centro de Aviación de Chálons y a la sociedad de Mourmelon.
Los alumnos se iniciaron con clases teóricas sobre el vuelo y poco a poco fueron pasando a la parte práctica volando primero como pasajeros, luego aprendieron a rodar por la pista en un biplano y habiendo conocido manejo de los mandos se les efectuaron clases en un Salmson de 80 HP, provisto de doble comando en que el piloto jefe les daba las instrucciones y corregía las anormalidades de vuelo.
Más tarde efectuaron la prueba de volar a más de 500 metros de altura durante una hora con aterrizaje en vuelo planeado, con lo que la Escuela daba por terminada su labor de dejarlos aptos para cualquier tipo de vuelo. Bello se distinguió en su instrucción y en sus posteriores exámenes ante la comisión obtuvo buenas calificaciones por lo que el Aero-Club no dudó en otorgarle el documento que le permitiría conquistar libremente los cielos de la patria.
Luego de cumplir algunas misiones encomendadas desde Chile, regresaba a fines de octubre al país. Los demás pilotos lo fueron haciendo de acuerdo a los estudios que realizaban y a las labores que debían cumplir en el desarrollo de su misión.A su regreso a la Escuela, le corresponde hacerse cargo de los aviones Sánchez Besa, en los cuales demostró su pericia haciendo espirales a voluntad durante su instrucción en Francia.
Corría el mes de marzo de 1914 cuando el Teniente Bello recibió la orden de prepararse para dar el examen Piloto Militar junto a los tenientes Ponce, Torres y los suboficiales Menadier y Verscheure. Se trataba de todos los aviadores que habían efectuado cursos en Francia y que como integrantes del primer curso de la Escuela no habían podido rendir oportunamente este examen. A Bello y Ponce les correspondió efectuar un raid en el triángulo comprendido entre el aeródromo de Lo Espejo – Culitrin (lugar cercano a Hospital) – Cartagena – Lo Espejo. Esta orden debería cumplirse dentro de un lapso de 48 horas y se fijó como fecha de partida las cero horas del lunes 9 de este mes.
El día anterior los oficiales que serían examinados dejaron sus uniformes de vuelo preparados para levantarse tempranamente, ya que la inestabilidad del tiempo indicaba que se debía volar temprano para evitar las turbulencias que presenta habitualmente la mañana.
Como en aquellos años la aviación era una novedad de por sí atrayente, cautivante y que por la precariedad de las máquinas hacían poner los pelos de punta a los espectadores y llamaban numeroso público, se había autorizado para que en determinados días se pudiera ver volar a los aviadores militares, ya que ellos no acostumbraban a dar espectáculos al estilo de Figueroa, Acevedo, los hermanos Copetta y algunos aviadores foráneos como Bartolomeo Cattaneo, quien había cautivado a santiaguinos y viñamarinos a fines de 1910, con sus vuelos sobre la ciudad.
Ver en el aire a cinco aviadores que habían estudiado aviación en Francia, postulando al brevet de Piloto Militar, naturalmente había llamado la atención de muchos interesados en la aviación; tanto así que a las diez de la mañana era sobrepasada la cantidad de asientos disponibles para el público. No obstante el capitán Ávalos por alguna razón técnica dispuso que el sargento Verscheure no fuera de la partida.
El teniente Alejandro Bello Silva, decoló a las cinco de la mañana en el avión “Sánchez Besa” de 80 HP, máquina que conoció sobradamente durante su curso en Francia; regresando al cabo de una hora y media de vuelo a Lo Espejo donde rompió su avión en una acequia que atravesaba la cancha, saliendo ileso de este percance. Luego del violento aterrizaje dio cuenta al oficial a cargo de la prueba, que era el Capitán Manuel Avalos, de la imposibilidad de aterrizar en Culitrin por el exceso de neblina y el viento que impedían toda clase de operaciones en el lugar.
Con el fin de hacer un nuevo intento él capitán Ávalos puso a su disposición el Sánchez Besa de 80 HP “Manuel Rodríguez”, el que fue llevado a la línea de vuelo y junto al mecánico procedió a revisarlo para volar cuando mejoraran las condiciones.
Debido a la alta concurrencia de público y a las consecuencias de su accidente, se veía al teniente Bello algo nervioso y preocupado mientras con su mecánico revisaba todas las partes vitales de su máquina. La llegada de uno de sus hermanos que vestía las sotanas del sacerdocio, junto a algunos amigos lo sacaron de su trabajo por unos momentos para desearle éxito en el logro que iba a emprender.
A las 09:30 horas, habiendo mejorado las condiciones, el Capitán Avalos, firmó los papeles reglamentarios para el cumplimiento de la prueba y los aviadores hicieron funcionar los motores mientras los mecánicos daban una última mirada a tirantes y timones. Los aviadores con sus cascos puestos y los oídos pendientes del rugir de los motores esbozaron un último saludo a parientes y amigos y con fuerza y decisión dieron la orden de largar.
Una hora más tarde Bello y Ponce, que debían hacer el mismo trayecto, se encontraban aterrizados en Culitrín, donde acordaron esperar que mejoraran las condiciones para seguir su vuelo a Cartagena y posterior regreso a Lo Espejo.
Entretanto el sargento Menadier que había salido con el teniente Torres en dirección a Cartagena había tenido que regresar al aeródromo, sufriendo su Breguet de 80 HP una falla de motor, por lo que se dispuso a aterrizar de emergencia en el cerro Lonquén, destruyendo casi totalmente la máquina.
Por su parte el teniente Torres que había tenido que regresar sin contratiempos a Lo Espejo, reinició su vuelo a Cartagena a las 17:30 horas, pero como no pudo tomar la altura necesaria lo sorprendió la noche teniendo, que aterrizar totalmente extraviado en Mallarauco, cercana a Malloco, resultando el avión con serios desperfectos que le impidieron seguir en vuelo.
Entretanto Bello y Ponce se encontraban en Culitrín donde almorzaron en espera de que cesara el viento sur, situación que se produjo alrededor de las 16:00 horas, momentos en que ambos pilotos verificaron los motores de sus aviones y Bello a las 16:45 horas y Ponce a las 16:50 enfilaron rumbo a Cartagena.
En su informe posterior sobre el rendimiento de su prueba el teniente Ponce dice:
“A las 4.55 P.M. después de un vuelo de prueba de 10 minutos partí más o menos 5minutos después que el teniente Bello en dirección a Cartagena con un fuerte viento de la costa y una bruma espesa que impedía ver con claridad. Al teniente Bello no le perdí un momento de vista y a las 6.20 P.M. como unos 20 ó 30 kilómetros al E. de Melipilla vi que regresaba. Creí que las nubes estaban muy altas, pues nosotros navegábamos más o menos a 1900 metros y pensé hacer lo que supuse haría el teniente Bello, bajar para continuar el camino bajo las nubes. Al teniente Bello lo perdí de vista y en la imposibilidad de continuar tomé rumbo directamente al O. el viento que soplaba me derivó hasta muy cerca de Angostura que reconocí por estar muy cerca de ella.
Volví al N. y a las 7 de la tarde divisé las luces del pueblo de Buín, que confundí con San Bernardo, seguí en dirección a la Escuela y como no viera las señales que me debieran hacer y como en ese momento se apagara la luz eléctrica del pueblo mencionado decidí aterrizar, haciéndolo a las 7:10 P.M. sin novedad”.
Ponce logró aterrizar en un potrero cercano a una viña, sin que el avión sufriera daños mayores, por lo que con un poco de ayuda al día siguiente emprendió el vuelo y aterrizó en Lo Espejo sin novedad.
De acuerdo a este relato se desprende que cuando Ponce vio por última vez al teniente Bello, éste regresaba hacia Lo Espejo, pudiendo haber extraviado el rumbo mientras buscaba un claro para ubicarse.
Después de aquellos momentos de despedida de Bello todas son suposiciones, su avión a esa hora tenía combustible para unas dos horas más de vuelo, por lo que bien podría haber alcanzado uno de los dos límites posibles: el mar o la cordillera.
Rumores y desconciertos en la búsqueda
En la Escuela, Ponce afirmó haber visto al teniente Bello volando delante de él, por lo que se presumió que había aterrizado en algún lugar de la ruta, ya que además se habían recibido informaciones que había aterrizado en un campo cercano a Llo-Lleo y se encontraba fuera de peligro.
Desde el mismo día 10 se comenzaron a recibir informaciones que había caído en el fundo La Boca a cuatro leguas de San Antonio, agregando que el piloto se hallaba herido. Enviada una patrulla por ferrocarril al lugar indicado, se pudo constatar que no era efectivo y así varias informaciones dadas por campesinos resultaron ser erróneas y sin base alguna.
Por su parte los pescadores aseguraban que en la tarde del lunes 9 se había sentido el ruido de un avión que se internaba en el mar, por lo que habían hecho sonar sus bocinas, sin que el presunto avión cambiara su ruta.
Entretanto ya en presencia de una desgracia al no tenerse noticias efectivas del piloto y su aeronave, se organizó una inmensa búsqueda entre Valparaíso por el norte y la desembocadura del río Rapel por el sur en la que participaron tropas de Ejército, policías, carabineros e incluso grupos de campesinos de los fundos del sector. La Armada puso a disposición la escampavía Contramaestre Gálvez, la que recorrió toda la zona con una delegación de familiares y personal de la Escuela de Aeronáutica, no logrando encontrar vestigios del avión.
A pesar de la neblina, el capitán Ávalos en Deperdussin, los teniente Urzúa y Urrutia en Bleriot y el teniente Ponce en un Breguet de 100 HP, durante 10 días recorrieron intensamente todo el sector desde Melipilla hacia la costa pasando por los diferentes cerros en que podría estar el avión, orillando incluso el mar, pero sin que se lograra ningún resultado favorable.
En noviembre de 1915 el mayor Carlos Lira Quintanilla, al mando de un escuadrón del Regimiento Cazadores, efectúa una búsqueda en el sector de Isla de Maipo, la que después de varios días concluye sin resultados.
En febrero de 1921, arrieros del sector comunicaron haber encontrado restos de un avión y algunas osamentas en el cajón del Río Maipo, más o menos a diez kilómetros de San José de Maipo. Se hablaba del motor y cuerdas de las alas. Para esta misión se dispuso que los tenientes Gabriel Valenzuela y Federico Baraona se hicieran presentes en el lugar, pudiendo constatar los oficiales que no se trataba más que de rumores transmitidos de una a otra persona.
Carlos Peña y Lillo, periodista, corresponsal de El Mercurio en San Vicente de Tagua Tagua: A principios de los años 30, en una reunión de campesinos se entera que uno de ellos en la época que se perdió el teniente Bello escuchó una gran explosión en una de las puntas del cerro La Rinconada, la que más tarde fue llamada por este motivo “Quebrada del Diablo” o “Quebrada del Infierno”, estos dichos fueron corroborados por Horacio Aránguiz Cerda, ex diputado, residente en esa zona.
Peña y Lillo organizó una expedición en busca del teniente Bello en la Quebrada del Diablo. Concurrieron varios civiles y Carabineros, pero su avance hasta el lugar se dificultó por la espesura de los arbustos que impidieron una buena exploración.
Regresaron sin resultados.
En abril de 1934 durante cinco días el teniente de la Fuerza Aérea Oscar Solari junto a ocho hombres de su institución y acompañado de baqueanos de la Hacienda Aculeo de Miguel Letelier, realizaron una intensa búsqueda en el cajón de Huiticala, que alcanza una altitud de unos 2.300 metros.
Se exploró el sector llamado la sierrecilla donde se ubica el cerro El Alto, lugar en que el campesino Manuel Gárate Muñoz, quien acompañó la expedición, manifestó haber visto caer el avión del teniente Bello el 9 de marzo de 1914.
No se encontraron restos del avión ni de su piloto.
En julio de 1988, los taxistas de San Vicente de Tagua Tagua Álvaro Rubio, Claudio Peña y Eduardo Orellana, organizan una nueva expedición a la Quebrada del Diablo. Van acompañados de tres taxistas más; también formaron parte de la expedición el sargento de Carabineros Pedro Dubreul y el cabo Miguel Sepúlveda, los que habían sido autorizados por el Comisario Mayor Julio Vergara, quien apoyó la idea en todo momento.
Tres días duró la búsqueda, durante el último les acompañó el campesino de El Naranjal Rosendo Henríquez, más conocido como “Don Chendo”, quien aseguraba haber visto la cola del avión en dos oportunidades. La expedición concluyó sin resultados.
Diciembre de 1988, los mismos taxistas de San Vicente organizan una nueva búsqueda, esta vez llevan un detector de metales y otros elementos de ayuda, pero luego de un par de días se suspende la operación.También concluyeron sin resultados.
En diciembre de 2007 el director del Club Aéreo de San Antonio Jorge Ponce, efectúa una expedición a unos 10 kilómetros al norte de Cuncumén, en el fundo Las Flores de la empresa Ariztía, en una zona denominada Quebrada de Las Rosas.
Su búsqueda se basaba en unos pedazos de metal encontrados en ese lugar el año 1977 por personas que apagaban un incendio forestal. Lo acompañaban 20 personas y contaba además con el apoyo de Omar Vera, Alcalde de la Municipalidad de San Antonio. Tampoco hubo resultados favorables.
Aparte de estos esfuerzos por ubicar al teniente Bello, muchas personas en forma particular han acudido a los presuntos lugares donde se dice se ha encontrado algún resto del avión, pero hasta estos momentos nadie ha podido demostrar físicamente que ha logrado ubicarlo.
El año 2006, los actores Iván Godoy y Yanko Rosenmann, presentan un proyecto que denominaron “Bitácora Perdida del Teniente Alejandro Bello Silva”, que tenía por fin buscar al teniente Bello en la Memoria y la Imaginación; con un gran desarrollo mediático en el que participaron escritores, historiadores, aviadores, escultores, artistas visuales, periodistas y una serie de entidades que apoyaron esta labor.
Entre otras cosas se hizo entrega de una carta al Presidente Ricardo Lagos en la que se le solicitaba declarar el día 9 de marzo como el “Día del Aventurero”. También se hizo un proyecto de monumento pero, sin duda, lo más tangible fue desarrollar el triángulo Lo Espejo, Culitrín, Cartagena, Lo Espejo, en un avión Pillán que facilitó la Fuerza Aérea de Chile para estos efectos, con lo que se efectuaba el vuelo completo que no pudo terminar el teniente Bello aquel 9 de marzo de 1914.
El Dicho Popular
La búsqueda incesante, el saber que el aviador se extravió por falta de orientación y la perspicacia del chileno común llevaron a plasmar con letras indelebles este dicho, que ha traspasado el siglo XX para enquistarse en el siglo actual: “Estar Más Perdido que el Teniente Bello”, frase simpática que marca el recuerdo del joven aviador de 27 años que se perdió en la bruma de un día de marzo, que no cumplía aún los cinco años de servicio en el Ejército, que ha estado siempre presente en la memoria nacional.
A veces pareciera que esta forma de recordarlo podría ser irreverente, poco académica, irrespetuosa para un personaje pionero de nuestra aviación militar. Sin embargo, gracias a este dicho popular, cada cierto tiempo su recuerdo se acrecienta, se aviva, se hace presente y nos trae al recuerdo que detrás del dicho hubo un personaje de carne y hueso que quería ser alguien en la vida y lucho hasta el final para lograrlo.
¿Qué hubiera pasado si en aquel día funesto para nuestra aviación en que se rompieron tres aviones y desapareció un cuarto, el teniente Bello hubiera logrado efectuar sin problemas el famoso triángulo? Seguramente hoy nadie se acordaría de él.
Sí, porque es de buen tono preguntarse ¿Alguien se acuerda de los tenientes Casarino, Ponce y de los suboficiales Menadier y Verscheure, sus compañeros de estudios aéreos en Francia? Solamente Menadier ha persistido porque hoy la Escuela de Suboficiales de la FACH lleva su nombre.
Y para terminar, como dijo alguien: No es el Teniente Bello el que se encuentra perdido, somos nosotros los que no hemos sabido encontrarlo.
Instituto de Investigaciones
Histórico Aeronáuticas de Chile
El Teniente Bello, 100 años extraviado
El Teniente Bello es el hombre más perdido de Chile. Así lo refieren historiadores, actores, investigadores, aviadores, profesionales y videntes.
Y su extravío no es menor. No es habido desde el lunes 9 de marzo de 1914, cuando en un avión biplano Sánchez Besa sobrevolaba un sector entre Culitrín y Cartagena, tratando de cumplir con las exigencias para optar al brevet de Piloto Militar del Ejército de Chile, en su calidad de alumno del primer curso de la Escuela de Aeronáutica Militar.
Desde horas de la tarde de aquel día siniestro todos lo buscan, todos los chilenos han tenido algo que ver con el nombre de este antiguo teniente. “Andas más perdido que el teniente Belllo”, dice el dicho popular cuando alguien ha extraviado la ruta, no sabe efectuar un trámite o un escolar no respondió lo solicitado en una prueba.