Aero-Club de Chile - 1913
Una ventana en la conquista de nuestros cielos
Hace poco más de 100 años atrás, nuestro país se embarcó en la conquista de los cielos logrando con ello, no solo acceder uno de los más seguros medios de transporte que el mundo ha conocido, sino que a participar en la creación de normas que permitieran crear futuro y esperanza para cada rincón de nuestra accidentada geografía nacional y sudamericana.
Era agosto de 1909 cuando un par de chilenos, Emilio Edwards Bello y José Luis Sánchez Besa, avecindados en Europa, lograban dar rienda suelta a sus ansias de volar en el Primer Meeting Aéreo de la Historia de la Aviación que auspiciaran algunos de los más prestigiosos fabricantes de Champagne y fuera realizado en Reims, Francia. Ellos figuraron entre los primeros latinoamericanos que cumplían estos sueños acendrados en la mente de tantos hombres, que desde los preludios de la historia contemplaron el vuelo de las aves que los rodeaban, pensando en cómo dominar el espacio.
Emilio Edwards, que con sólo su natural tenacidad y destreza, recibía aplausos en los concursos aeronáuticos franceses y alemanes. Es en este último país, donde sufrirá dos accidentes, que al enterarse de ello su familia, será el motivo para pausar los pioneros aciertos aeronáuticos y volver a la patria. Con estas palabras registradas en las memorias de su amigo Sánchez Besa, recordando su actuación en Reims, podemos comprender la actuación y habilidad de este joven de tan sólo veinte años: "Todo fue en este primer vuelo a las mil maravillas. Aterrizó como un dios de los aires después de este acto de heroísmo. Así nació la aviación chilena”.
Por otro lado José Luis Sánchez, nunca cesó de volar, su historial registra que ganó más de 15 premios en concursos de aviación y que fue un gran diseñador aeronáutico llegando a tener 4 fábricas donde se construyeron algo más de 3.000 aviones. Los diarios de París, revistas alemanas, belgas y españolas de la época, son testimonio vivo de sus hazañas a través de elogiosos artículos felicitando al inventor dedicado a la aviación y que consagró su vida a engrandecer la senda aeronáutica.
Cómo no traer a la memoria esa antigua leyenda cretense, donde Dédalo y su hijo Ícaro, prisioneros en la isla del Laberinto del Minotauro, logran fabricar un par de alas con plumas y cera, con las que ganar su libertad. Aquí, es válido recordar la advertencia entregada por Dédalo a su hijo, de no se acercarse al sol para evitar derretir la cera de sus alas ni al mar para no mojar las plumas, pues de ellas dependían su vida. Ícaro entusiasmado por el gran placer de vencer los cielos, evolucionó por los aires y subió hasta que el calor del sol destruyó sus alas, provocando su muerte sobre las olas del mar. Esta triste escena, nos deja de manifiesto que en la conquista del espacio no han faltado los peligros y que siempre persiste la exigencia de grandes sacrificios para llegar al nivel que hoy ostenta nuestra aviación.
Tras casi un año de estos logros nacionales en Europa, cuando aún reinaba el impacto por la noticia de la muerte del entonces Presidente de Chile, don Pedro Montt, acaecida la noche del 18 de agosto de 1910 mientras se encontraba de visita en Alemania, otra información publicada en El Mercurio de Santiago el día 22, dio a conocer de un nuevo hecho que captó la atención en estos días: “Para la mayoría de los habitantes de esta pacífica ciudad les tomará de sorpresa la noticia del primer vuelo efectuado ayer en aires chilenos. Efectivamente se ha volado y sin farsa ni bulla. César Copetta ha logrado remontarse a diez metros de altura en su aparato Voisin. El infatigable ciclista de antaño, el chauffeur de ayer, se ha sentido contagiado del movimiento que sacude hoy día la Europa y que lleva en precipitada carrera hacia el progreso, el arte de la aviación”.
Así rezaban las líneas escritas ese día y que registran detalladamente, como una no despreciable cantidad de personas habían sido testigos que los hermanos César y Felix Copetta volaron ese 21 de agosto, desde un despejado sector de la Chacra “Valparaíso” ubicado muy vecino a Santiago y donde hoy se encuentran las avenidas de Ramón Cruz y Dublé Almeyda de la actual comuna de Ñuñoa.
Tras armar su aparato volador en menos de una semana, los hermanos Copetta permitieron a Chile conocer al más portentoso de los inventos mecánicos del naciente siglo veinte. “Sus grandes alas blancas, su cola, su quilla, le daban el aspecto completo de una ave enorme. Al fondo, el famoso motor Gnome y sobre el suelo el chassis de aterrissage completaban las líneas del magnífico aparato. Copetta subió el asiento del manejo y con el volante en mano, el motor funcionando, da la orden a su hermano Félix para mover la hélice. Un ligero envión y la máquina empieza a rodar y corre vertiginosamente cerca de cincuenta metros para ir paulatinamente elevándose y cerniéndose elegantemente en el aire”. Este era el relato del nacimiento de nuestra aviación nacional”.
Numerosos han sido los pilotos civiles que desde ese día y con esfuerzos propios, lograron invadir y dominar tempranamente los imperios del aire para luego entusiasmar al público con sus audaces aventuras. Hoy es muy válido recordar también a Luis Alberto Acevedo, (“Pionero de los cielos”, como lo titula el autor Héctor Alarcón en su interesante y completa investigación) quien llegaría a ser el primer mártir civil de este valiente apostolado aéreo, cayendo ante el dolor y estupefacción de su público, un 13 de abril del año de 1913.
Él junto a algunos otros nombres, tales como David Fuentes, Emilio Castro Ramírez y Clodomiro Figueroa que recordados en nuestra ya centenaria historia aeronáutica, son dignos portadores de las alas de “Alsino” que inmortalizara nuestro gran escritor nacional, don Pedro Prado a mediados de los años cuarenta.
Tras la creación de la Escuela de Aeronáutica Militar en el mes de febrero de 1913, se funda el 2 de abril, el Aero-Club de Chile (1), una nueva institución que logrará afianzar y potenciar las alas nacionales. Esta entidad, será el representante criollo asociado a la Federación Aérea Internacional establecida en octubre de 1905. Ante esta nueva organización nacional, era la que los pilotos militares y civiles deberían rendir sus exámenes de vuelo para adquirir las primeras licencias de piloto o “brevets” de vuelo como eran llamados entonces.
La creación de esta organización, estuvo vinculada fuertemente al deporte, incluyendo adicionalmente al automovilismo y ciclismo. Sus objetivos principales fueron el organizar y reglamentar las manifestaciones aeronáuticas junto a comprobar y autentificar los registros de altura y distancia alcanzados.
Su primer presidente fue un destacado Coronel de Infantería en retiro, que pertenecía a una familia de gran espíritu público, me refiero a don Enrique Phillips Huneeus. El “Gringo”, como le recuerda Diego Barros Arana en uno de sus escritos, era poseedor de una vasta experiencia organizativa y de una gran trayectoria militar y cívica. Fue él, quien trajo del Campo de la Alianza, escenario de la batalla de Tacna en 1880, los restos momificados de un soldado que a la postre sería sepultado en la tumba del Soldado desconocido ubicada bajo la escultura del General Baquedano en la plaza que hoy lleva su nombre. Phillips fue también gestor del actual Museo Nacional Militar, cuando con el grado de Sargento Mayor, comenzó la recolección de armas, trofeos y recuerdos militares de los conflictos en los cuales nuestro país hubiera participado.
Fotografía del Primer Directorio del AeroClub de Chile
Este hombre junto a otros connotados ciudadanos: don Armando Venegas de la Guarda, Secretario; Armando Fernández; Alejandro Weber; Juan A. Maluenda; Ernesto Anguita; Erasmo S. Vásquez; Julio Kaulen; Joaquín Jelves; Bernardo Morales y el periodista deportivo Lisandro Santelices forman al interior de una de las oficinas de El Mercurio, el primer Directorio de esta naciente organización que fue inicialmente reconocida de forma extraoficial por Francia, tras la tenacidad de sus miembros y de la mediación como aval ante este país europeo, del precursor aeronáutico argentino don Jorge Alejandro Newbery, trágicamente fallecido en marzo de 1914 al preparar un eventual cruce por avión de la cordillera Los Andes hacia Chile.
Armando Venegas, es quien narra en sus memorias los pormenores de esta intervención del trasandino. Tras ser consultado por Venegas, de quien era bastante amigo, no dudó en solicitar a la Federación Internacional para que le concedieran a Chile, la representación oficial para el Aero-Club chileno.
Las tareas de esta nueva organización deportiva comenzaron con gran brillo, ya que tuvo dentro de sus primeros desafíos el dotar de aviones al país, en especial para desarrollar la aviación civil y ayudar a la militar. Fueron organizadores de las primeras colectas a nivel nacional pro Aviación, luego del primer concurso de aviación en 1915 y al año siguiente, de la primera Conferencia Aeronáutica Panamericana, la que contempló al término de sus jornadas de trabajo académico, la realización de un par de concursos aéreos efectuados en Viña del Mar y posteriormente en Santiago.
A esta gran reunión aérea sostenida entre el 9 y 17 de marzo, pionera y quizás antecesora de la actual FIDAE, vinieron a Chile, representantes de los principales países de América que ya contaban con alguna trayectoria en aviación. Es así que el Presidente Honorario de la Conferencia a propuesta de Chile, fue nada menos que el precursor aeronáutico mundial, el ingeniero brasilero don Alberto Santos Dumont.
Es menester recordar, que durante estos años, Europa se encontraba en guerra, lo que dificultaba a gran nivel el desarrollo aeronáutico en los países que no producían este tipo de aparatos, asombraba el uso y avances de los aviones en ella, pero por sobre todo, impidió la presencia de los grandes pioneros aeronáuticos europeos.
Al encuentro panamericano asistieron delegaciones civiles y militares de Argentina, Brasil, Bolivia, Chile, Ecuador, Estados Unidos, Perú, Paraguay y Uruguay. Terminó sus jornadas con importantes acuerdos a nivel de formar una Federación Aeronáutica Panamericana en la que se decidió y acordó legislar sobre la locomoción aérea teniendo presente los siguientes y singulares principios:
1. El espacio más allá de la altura que pueda ser utilizada por el propietario del suelo subyacente, debe ser declarado bien nacional de uso público.
2. La navegación del espacio que está sobre el continente americano y sus mares adyacentes, debe ser libre para todos los americanos y extranjeros domiciliados en América, sin otra restricción que el respeto a las leyes que sobre el particular dicten los países americanos.
3. Los estados tienen derecho de soberanía sobre el espacio que domina sus territorios. Las aeronaves privadas pertenecientes a los ciudadanos y a las personas jurídicas de un estado, gozan de un pasaje inofensivo por el espacio de los otros estados.
4. Toda aeronave debe tener una nacionalidad; las aeronaves públicas la del estado a que pertenecen; las privadas la de sus propietarios.
5. Toda aeronave debe llevar el signo distintivo de su nacionalidad, previa matrícula correspondiente.
6. Los estados deben procurar en lo posible reglamentar la circulación aérea internacional, armonizando los derechos de los estados con los de la aeronáutica.
7. Los estados procurarán que la guerra aérea ofrezca para las personas y los bienes de la población pacífica, los menos peligros posibles, tratando de humanizarla en la mejor forma. Protestar contra los atentados innecesarios.
8. Las aeronaves pueden emplearse en los usos de la guerra que le son adecuados, siempre que no presenten más peligros que la guerra terrestre o marítima.
9. Se permite el lanzamiento de proyectiles sobre todo aquello que pueda servir al éxito de las operaciones militares.
10. La inviolabilidad de la propiedad privada en el aire.
11. Los estados en guerra procurarán no embarazar el comercio de los estados neutrales con la restricción del contrabando de guerra.
12. La inviolabilidad de los estados neutrales.
13. La conferencia formula votos por el empleo de las aeronaves en los servicios de Cruz Roja, a fin de aliviar la suerte de los heridos.
14. A fin de facilitar el desarrollo de la locomoción aérea, los países americanos deben ponerse de acuerdo a fin de uniformar la legislación que debe regirla, convocando a un Congreso de donde salga elaborado el código único, que promulgado separadamente, regirá las actividades de la locomoción aérea.
15. La Primera Conferencia Aeronáutica Panamericana recomienda a los países en ella representados y a los países que quisieran adherirse a sus trabajos, la conclusión de un acuerdo internacional que otorgue las más amplias facilidades de libre tránsito, ingreso y partida para toda clase de aviones por el territorio aéreo de cada uno de ellos. Se suplica al Gobierno de Chile que se digne empeñar esfuerzos para el ajuste del acuerdo mencionado.
Como corolario de esta gran actividad en la que se reunieron representantes de nueve países americanos, donde no sólo se mostró su activa participación junto al alto interés que despertaba este poderoso medio de trasporte y comunicación en el resto de los países, sino que se evidenció la visión de un grupo de hombres altruistas al incorporar y delimitar normas y sugerencias que fueran hacia el desarrollo de una aviación de amistad. Todo esto, queda refrendado con el hecho de haberse concretado sobre estos suelos, una organización tal, como la Federación Aeronáutica Panamericana, entidad pionera y antecesora de la OACI (Organización de Aviación Civil Internacional) creada más tarde, recién en el año de 1944.
Norberto Traub Gainsborg
Instituto de Investigaciones
Histórico Aeronáuticas de Chile
Notas
(1) Con esta fecha se realizó la primera reunión formal para dar como creada esta institución con fines deportivos y científicos en beneficio de la locomoción aérea. La escritura pública de constitución de sociedad es de fecha 3 de junio de 1913, mientras que su publicación en el Boletín de las leyes y decretos del Gobierno de Chile, es del 4 de julio de 1913.