Reseña histórica de la "Escuela de Aviación"
Génesis de la Aviación Militar en Chile
Las raíces más profundas de la aviación militar chilena, se encuentran en la notable y fecunda labor de modernización y reestructuración del ejército, impulsadas por el capitán prusiano Emil Körner, contratado por el gobierno de Chile al finalizar 1885.
Tan pronto llegó Körner a Santiago comenzó su tarea reformando el programa de estudios de la Escuela Militar y creando la Academia de Guerra del Ejército, con el fin de inculcar en la oficialidad joven y los jefes superiores los nuevos conceptos de la guerra moderna. Para la instrucción de la tropa fue creada la Escuela de Clases, luego llamada Escuela de Suboficiales, y con la llegada del siglo XX, las Escuelas de Artillería, Aplicación de Caballería y la de Ingenieros Militares, entre otras.
Estas reformas a la enseñanza militar fueron acompañadas por otras que abarcaron todo el quehacer castrense, con las que el ejército terminó por abandonar la orientación francesa que lo había caracterizado hasta entonces, para adoptar el modelo alemán.
Pero todo este proceso no habría conseguido los resultados que obtuvo de no mediar el fuerte deseo de los oficiales chilenos por modernizarse, lo que se tradujo en un constante apoyo a las innovadoras ideas del capitán prusiano, entre cuyos colaboradores más cercanos se encontraba el coronel Arístides Pinto Concha.
Hacia 1904, Körner, que ya ostentaba el grado de coronel, promovió la creación de la "Comisión Militar de Chile en Europa", con sede en Berlín, nombrando Secretario de la misma al coronel Pinto. La creación de la comisión obedecía principalmente a la necesidad de supervisar los estudios que numerosos oficiales chilenos realizaban en Europa, particularmente en Alemania y las importantes adquisiciones de material de guerra efectuadas por el Gobierno de Chile en el Viejo Mundo, además de la de mantener informado al Alto Mando acerca de los progresos de los ejércitos europeos.
Pinto Concha desempeñó el puesto de secretario hasta marzo de 1906, año en que regresó al país para continuar una carrera militar que le llevaría a ocupar la jefatura del Estado Mayor del Ejército, cargo desde el cual habría de ordenarle al teniente coronel Mariano Navarrete, Adicto Militar en París, que le enviase un detallado informe sobre los progresos de la aeronáutica francesa que inquietaban a los oficiales chilenos, particularmente a los del arma de artillería.
Es así como promediando 1909, comenzaron a llegar los primeros de estos reportes destacando “la verdadera importancia de esta nueva rama de la ciencia, llamada a producir una verdadera revolución en todos los órdenes de la actividad humana”, según palabras del propio Navarrete, quien luego de explayarse sobre la organización aeronáutica del ejército francés, aconsejaba “la creación de un servicio autónomo de aeronáutica, a cuya cabeza debe colocarse un general de brigada o de división. Este nuevo departamento se subdividiría en tres grandes direcciones, comandadas cada una por un coronel, las cuales corresponderían a la de aerostación propiamente dicha (globos libres y cautivos de los regimientos, y de las plazas fuertes); a la de navegación aérea (dirigibles) y a la de aviación (aeroplanos y cerfs-volants)”, para terminar “convencido de la bondad de estos procedimientos y de la conveniencia que hay para nuestro ejército de que se estudie todo lo que atañe a la navegación aérea... he acumulado en este informe, sin cuidarme de su extensión, todos los antecedentes que puedan ilustrar a Us. sobre este nuevo elemento militar, que ha alcanzado ya tan sorprendentes progresos, que hacen pensar con fundamento, dado el empeño con que a esto se dedican los hombres de ciencia, en la posibilidad de que se realicen nuevas sorpresas en un porvenir no lejano”.
Las conclusiones del informe del teniente coronel Navarrete, fechadas en marzo de 1910, llegaron a las manos del general Pinto Concha en momentos que el ingeniero militar, teniente coronel Pedro Pablo Dartnell , se encontraba por partir a Europa, a perfeccionar sus conocimientos sobre Fortificaciones Militares en la Escuela Superior de Guerra de París, circunstancia que habría de aprovechar el general Pinto, para encomendarle la confección de un nuevo estudio tan pronto como le fuese posible.
Paralelamente, noticias llegadas de Francia comenzaban dar cuenta de la utilización por parte del ejército galo, del más novedoso invento que los más optimistas no dudaban en calificar como la "cuarta arma junto a la infantería, la caballería y la artillería". En efecto, la aviación habría de mostrarse por primera vez como un elemento bélico en las maniobras militares verificadas en la Picardie durante el verano de 1910, y esta era una novedad que no podía escapar al renovado Ejército de Chile. De este modo, Dartnell tenía ante sí la tarea de adentrarse en el mundo de la aviación francesa; apreciar su desarrollo futuro y evaluar la aplicación de sus principios en Chile.
En un extenso documento, el visionario oficial hizo ver que “la circunstancia de ser la materia de que se trataba completamente nueva para mí, como se lo expresé categóricamente a Us. al recibir tan hermosa comisión, el medio desconocido en que por el momento me encuentro, o sea la ninguna relación para con las personas entregadas de lleno a esta clase de experiencias y, por último, el estudio que me ha sido necesario hacer del asunto en cuestión, han sido, señor general, las causas del retardo para satisfacer los deseos manifestados por Us...” para continuar diciendo que “para el desempeño de mi cometido, he debido visitar los talleres donde se fabrican las máquinas voladoras como así mismo los campos de aviación en que tienen lugar los vuelos. En efecto, en los primeros días de la semana pasada, trasládeme a Etampes , pequeña ciudad que dista poco más de 50 kilómetros de París y en cuyos alrededores se encuentra, entre otros la escuela de aviación de Bleriot, creador del tipo de aeroplano que lleva su nombre, monoplano Bleriot...”.
Con respecto al valor militar de la aviación, avanzaba una profética opinión: "Me explico el papel tan importante que corresponderá a los aeroplanos en las guerras futuras, en donde los encuentros de caballería que hoy señalan los preliminares de una batalla, serán reemplazados por ataques de aeroplanos contra aeroplanos. Y si el progreso de estas máquinas voladoras continuara y se lograra, agregarles algún dispositivo que permitiera lanzar proyectiles desde lo alto, me imagino el peligro que será para los puentes, fortificaciones y todo aquello que fuera visible desde la altura". Agregaba a continuación, que los tres tipos de aeroplanos militares eran los de observación, de comunicación y los de combate, habiéndose efectuado la tarde anterior a la redacción del informe, esto es el 19 de diciembre de 1910, el exitoso experimento de enviar un mensaje desde un Farman, a una estación receptora situada a diez kilómetros de distancia, por medio de la telegrafía sin hilos.
Con un inusitado entusiasmo y de acuerdo a lo conversado con diferentes aviadores, civiles y militares, concluía que "el gran desarrollo que ha tomado el servicio de aviación en estos últimos tiempos, sus resultados tan positivos, y el hecho de que las naciones más pequeñas lo hayan incorporado a sus ejércitos, son razones más que suficientes para que nuestro Gobierno, sin pérdida de tiempo, se ocupe de su implantación en Chile, disponiendo el envío de algunos oficiales a Europa para efectuar el aprendizaje de vuelo y adquirir el número de aeroplanos que sea menester, tan pronto estén en situación de manejarlos".
Recomendaba además, que el primer grupo que se enviase a Francia, fuese reducido a no más de dos oficiales, gente de tropa y un par de jóvenes egresados de la Escuela de Artes y Oficios de Santiago, por sus conocimientos de mecánica, y que la selección debía hacerse de entre aquellos candidatos que demostrasen poseer el temperamento adecuado ya que "para dedicarse a la aviación es menester que el profano goce de bastante buena salud, a fin de poder soportar las inclemencias del tiempo en distintas alturas, como asimismo las fatigas del trabajo que es pesado; y también mucha sangre fría, de manera de no atolondrarse en los múltiples accidentes que se presentan en la aviación".
En cuanto al material de vuelo, luego de descartar el uso de globos y dirigibles y de describir los diferentes aeroplanos, Dartnell recomendaba la adquisición del monoplano Bleriot "por cuanto satisface ampliamente las necesidades del Ejército en lo que concierne a exploración"; el biplano Voisin ya que al ser biplaza permitía que se efectuasen "levantamientos de croquis" y el Sánchez Besa, "que es una copia del Voisin y subsanan en su mayor parte los pequeños defectos de los otros. Levanta bastante peso ofreciendo seguridad al aviador y, como ocurre en todos los biplanos, las reparaciones son sencillas y de poco costo”.
Estas recomendaciones y sugerencias, que habrían de marcar la ruta fundacional de la aviación militar chilena, no pudieron ser conocidas en Santiago en un momento más propicio.
La demostración realizada por el italiano Cattaneo en la navidad de 1910, en el Parque Cousiño, había despertado el irresistible deseo de dedicarse a la aviación en los tenientes Eduardo Molina Lavín y Manuel Avalos Prado, quienes de inmediato comenzaron a idear la forma de ser enviados a Francia para seguir un curso de vuelo. Aquello, que al principio fue considerado como una temeridad juvenil, mereció un tibio apoyo de parte de sus superiores cuando éstos, acompañados por el presidente Ramón Barros Luco y su ministro de Guerra y Marina, el general Arístides Pinto Concha, se dieron cita en el Club Hípico de Santiago, el 1 de enero de 1911, para ver una nueva actuación del aviador.
A las pocas semanas de ocurridas estas demostraciones aéreas y cuando aún no se acallaban los comentarios que las mismas habían suscitado, fue conocido en los círculos superiores del ejército y del gobierno, el Informe del coronel Dartnell, inclinando definitivamente la balanza en favor de los dos tenientes. Ambos oficiales, formados en los modernos conceptos militares de Körner, pudieron, de esta forma conseguir que el gobierno los comisionase a la Escuela Bleriot de Etampes, hacia donde habrían de partir, al promediar febrero de 1911. Junto a ellos viajaba también el general Pinto Concha, quién a su vez dejaba el ministerio para asumir la presidencia de la Comisión Militar de Chile en Europa, con el especial encargo de asesorar al gobierno en materias de aeronáutica militar, agregando a su nuevo cargo, el de Asesor Técnico Militar ante los embajadores acreditados en Europa.
Mientras tanto, a los informes que emitía el coronel Dartnell, comenzaron a sumarse aquellos provenientes del nuevo Agregado Militar de Chile en Francia, comandante Julio Brownell, quién llegaría a entregar en el lapso de dos años, catorce estudios sobre la aeronáutica a la Comisión Militar, producto tanto de sus observaciones como de su propia experiencia, conseguida en 19 ascenciones en globos libres y cautivos, dirigibles y aeroplanos (*).
Tan notable fue la labor de Brownell, particularmente en lo que se refiere a la observación desde el aire, que terminó por ser invitado a dar una conferencia sobre el tema ante la oficialidad aeronáutica francesa.
Otras materias abordadas por el comandante fueron la organización de la aeronáutica militar francesa, sus Centros de Aviación de Versailles, Villacoublay, Buc, Pau y Etampes, por citar los más conocidos; la investigación en lo concerniente al tiro y lanzamiento de proyectiles realizada en Vincennes y sobre la instrucción del personal.
Pinto Concha por su parte, dio comienzo a su tarea visitando los principales centros aeronáuticos europeos, incluído el de Chalais Meudon cuyo jefe, el coronel Boutiaux, le presentó una veintena de máquinas voladoras entre las que destacaban los Bleriot, Nieuport, Farman, Voisin y Breguet. Asistió luego a la exposición aeronáutica de 1912, realizada en el Grand Palais y, no conforme con lo obrado, se matriculó en la escuela Bleriot de Etampes donde, al iniciar su instrucción de vuelo fue llamado a Chile para hacerse cargo del Estado Mayor General, en enero de 1913.
Tenía mucho que hacer. El presidente Ramón Barros Luco había promulgado la Ley 2771 del 8 de enero de 1913, cuyo Artículo 1 expresó “Autorizase al Presidente de la República para invertir hasta la suma de setecientos mil pesos ($ 700,000), oro de dieciocho peniques, en iniciar la organización del servicio de aeronáutica y la fundación de una escuela para el personal destinado a este servicio”.
Recorte de la revista "Sucesos" del mes de marzo de 1913.
A continuación, el gobierno dictó el decreto Supremo N° 187 del 11 de febrero de 1913 que dio vida a la Escuela de Aeronáutica Militar, cuyo primer vuelo lo realizó el capitán Manuel Avalos Prado en el Bleriot XI "Manuel Rodríguez", el 7 de marzo de ese año en el entonces llamado Aeródromo de Lo Espejo.
Sin duda, que para el cumplimiento de esta misión, el General Pinto poseía no sólo un real entusiasmo por la aviación, sino que además conocía la experiencia francesa. No en vano había supervisado el entrenamiento de Avalos y Molina en Etampes y la adquisición de los aeroplanos para la naciente escuela chilena.
No es de extrañar entonces que, como Jefe del Estado Mayor General, nombrase como su sucesor en la Inspectoría de Aviación, en julio de 1914, a otro conocedor de la realidad aeronáutica francesa: el Coronel señor, Pedro Pablo Dartnell Encina.
Así, con la creación del Servicio de Aviación del Ejército y su respectiva Escuela de Aeronáutica Militar, el Ejército de Chile, fue el gestor y realizador de su propio servicio aeronáutico que años mas tarde daría origen a la Fuerza Aérea de Chile, como una institución independiente del Ejército y la Marina.
Alberto Fernández Donoso
Instituto de Investigaciones
Histórico Aeronáuticas de Chile
(*) También durante 1911, el Estado Mayor General del Ejército, publicó el libro "El Problema de la Aviación" del capitán de artillería francés Paul Nicholas Lucas Girardville, traducido por el teniente coronel de artillería Manuel A. Délano del ejército chileno.